Sobre la ansiedad
La ansiedad es un síntoma muy presente en nuestra sociedad. Una sociedad competitiva, exigente, con prisas, con tiempos, ritmos, cánones y estándares establecidos y, en consecuencia, con la ausencia de espacios para pararse y sentir.
Pararse y sentir . Precisamente, lo que una persona con sintomatología de ansiedad necesita.
A nivel psicoemocional, podemos entender la ansiedad como el reflejo de estar viviendo un futuro que nos impide estar en contacto con lo que hay aquí y ahora, dentro y fuera de nosotros/as. En este sentido, la ansiedad es fruto de una mente dispersa, exigente y con constante ruido, que se encuentra con un cuerpo que solamente puede vivir el presente y “explota” por sentir la presión de vivir la anticipación y no poder sostener más que lo que emerge aquí y ahora, momento a momento.
La ansiedad nos habla y nos reclama que paremos de una forma salvaje e intuitiva. No es nada fácil respirar la ansiedad, pues se nos escapa el aire y la falta del mismo nos conecta con el miedo a dejar de existir.
A veces, la ansiedad se drena en comida, sexo, drogas o cualquier tipo de dependencia y adicción que nos sacia, nos anestesia y nos aleja de nuestro verdadero sentir.
Cuando reconocemos lo que hay detrás de la ansiedad, cuando nos abrazamos y nos damos espacio para sentir lo que necesitamos sentir, atravesándolo y transitándolo a nuestro ritmo, con tiempo y a nuestra justa medida, el aire vuelve. La respiración se va aquietando porque el cuerpo ya ha sido escuchado.
El cuerpo nos pide que paremos a través de la falta del aire y la presión en el pecho, y afloja cuando finalmente le damos un espacio. Abrazando nuestros miedos, nuestras sensaciones desagradables y buscando la ayuda que precisamos para transformar aquello que necesitamos mover hasta encontrar la paz que anhelamos.